La prevalencia de la clínica neuropsiquiátrica en los pacientes infectados por el virus VIH son frecuentes y se relacionan con múltiples factores: vulnerabilidad individual, trastornos afectivos y psicóticos, abuso de sustancias y el afrontamiento personal y adaptación al diagnóstico clínico.
Existen dificultades probadas en estos pacientes para mantener una adherencia adecuada a los tratamientos, en relación con sus patrones previos o adquiridos de conducta, o bien con el avance de la infección viral. Lo que sí es cierto, es que la aparición de alteraciones psicopatológicas se acompaña de un empeoramiento de la cumplimentación terapéutica, y esto a su vez incrementa dichos síntomas. El pez que se muerde la cola. A su vez, la introducción de tratamiento psicofarmacológico: antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos, se acompaña de una mayor adherencia al tratamiento antirretroviral, y por ende, a una restauración de los niveles de linfocitos CD4 (disminuidos en la infección VIH) y a una disminución de la carga viral plasmática.
Los trastornos mentales más frecuentemente asociados con el VIH son:
- Delirium
- Trastornos menores cognitivo-motores
- Complejo Demencia-SIDA
- Trastorno depresivo mayor
- Trastorno Bipolar
- Esquizofrenia
- Abuso o dependencia de sustancias
- Trastorno de estrés post-traumático
Estos factores pueden relacionarse como causa o consecuencia. En muchos de los casos, hay un trastorno mental previo (frecuentemente trastornos de la personalidad, trastorno bipolar, esquizofrenia), que suelen caracterizarse por unos rasgos y patrones de comportamiento definidos por la impulsividad, insatisfacción, frustración, búsqueda de riesgos, delirios, vacío existencial… que podríanconllevar la asunción de conductas desadaptativas y de riesgo, y así favorecer la contracción de la infección por VIH.
En otros casos, no se detecta una patología premórbida ni unos rasgos de personalidad disfuncionales, y la clínica psiquiátrica aparece posterior a la infección VIH. En este caso, los síntomas más habituales son los cambios en memoria, concentración, atención y en la psicomotricidad. El grado de afectación en estas áreas es variable, desde un deterioro neurocognitivo asintomático (sólo detectable a través de escalas de valoración) hasta el complejo demencia-SIDA (con afectación funcional en las diferentes áreas y tareas del día a día del enfermo).
El uso de las terapias antirretrovirales para tratar estas áreas ha sido ampliamente estudiado. Así pues, existe un consenso al respecto. Los casos asintomáticos o leves (más frecuentes en pacientes ya tratados con antirretrovirales) no requieren un tratamiento supresivo antirretroviral intensivo, sino el pautado para control de carga viral y serie blanca, ya que los efectos secundarios de estos fármacos potentes, pueden empeorar a su vez el estado cognitivo del sujeto. En los casos moderados, existe mayor controversia, algunos autores recomiendan seguimiento más estrecho y reevaluaciones neurocognitivas más frecuentes.
En los casos severos (demencia asociada a VIH), que se dan fundamentalmente en pacientes no tratados (con valores de CD4< 200 células/microL, y carga viral variable) es necesaria la realización de una prueba de imagen: RNM y una punción lumbar para determinación de carga viral, para una correcta orientación del caso, así como la instauración de tratamiento antirretroviral intensivo.
Es esencial en estos pacientes el planteamiento de un correcto diagnóstico diferencial con otras comorbilidades frecuentes, como: infecciones del SNC (leucoencefalopatía multifocal progresiva por virus JC, meningitis criptococócica, toxoplasmosis, encefalitis por citomegalovirus…), tumores (como linfoma primario), otras demencias (Alzheimer…), déficits nutricionales (déficit vitamina B12), alteraciones endocrinas (tiroides, insuficiencia adrenal), abuso de sustancias, delirium, entre otras.
Para terminar, me gustaría recalcar tres conceptos, por una parte, la frecuente asociación entre síntomas neuropsiquiátricos y VIH, que pueden ser factores desencadenantes o consecuentes, saber que tratarlo favorece a su vez una mayor adherencia al tratamiento específico de la infección y la importancia de realizar un correcto diagnóstico diferencial, sobre todo, cuando el deterioro neurocognitivo y psicopatológico progresa.
Pilar de Jaime Ruiz- Residente médico de Psiquiatría en Hospital Clínico San Cecilio de Granada. Junio 2018.