MIEL Y FARMACIA: LOS INICIOS DE LA APICULTURA EN FILIPINAS

Pablo de Jaime Ruiz

Universidad CEU-Cardenal Herrera (Valencia)

 

Desde la más remota antigüedad a la miel se le han concedido importantes virtudes terapéuticas. Así en los relatos bíblicos no faltan citas que describen el empleo como medicamentos de la miel y de otros productos derivados de la colmena. Algo parecido sucede con los textos o con las tradiciones que conocemos de todo tipo de civilizaciones, en cualquiera de los cinco continentes.

Durante muchísimos siglos la miel que producían las abejas, en cualquiera de sus variedades o especies, era prácticamente el único edulcorante conocido y a ella se recurría para endulzar los brebajes o las pócimas que se daban a los enfermos. Todavía habrá que esperar bastante tiempo hasta que la "miel de caña", el azúcar de caña, se difunda y entre a formar parte de los libros de medicinas de las culturas griega y romana. Y ello sólo como medicamento, no como edulcorante de uso generalizado, dado su alto precio por la dificultad de su adquisición.

Repasando los textos de materia farmacéutica de todas las épocas, la miel aparece siempre como uno de los productos más importantes a la hora de elaborar medicamentos, como excipiente para mejorar su sabor, pero también como principio activo por sus propiedades como demulcente, antitusiva o laxante.

Hoy, cuando de nuevo vuelven a las farmacias los productos de la colmena, como propóleos, jalea real, néctar, pólenes de diversas clases y, por supuesto la miel y la cera en las más variadas formas farmacéuticas, lo que se conoce como "Apiterapia", vale la pena recordar algunos aspectos de los comienzos de la apicultura en Filipinas.

Los cazadores de miel en Filipinas

Descubiertas por Fernando de Magallanes en marzo de 1521 cuando iba en busca de las islas de la Especiería o Molucas. En febrero de 1564 el vascongado Miguel López de Legazpi conseguía instalarse definitivamente en las islas Filipinas, merced a su habilidad y buenos modos.

En 1579 los españoles tomaron posesión de Luzón, la isla más importante. Hay que significar que el hecho de que con anterioridad aquellos territorios hubiesen sido pasto de las andanzas violentas de los musulmanes malayos, facilitó notablemente el asentamiento y colonización pacífica de los españoles, siguiendo en ello las directrices marcadas por Felipe II.

Entre los innumerables insectos que pueblan la fauna filipina, la abeja salvaje proporcionó siempre a sus naturales grandes cantidades de miel y cera. Naturalmente se trata de especies almacenadoras de miel como Apis cerana en su variedad indica que se halla extendida por gran parte del continente asiático, Apis dorsata y otras muy similares a Apis breviligula, que suelen formar sus nidos lo mismo entre rocas escarpadas que en las ramas altas de los árboles.

Los primitivos cazadores indígenas de miel silvestre, lo mismo que hacían también en Europa, Asia o América, solían matar primero las abejas en los nidos ahogándolas en humo para evitar las picaduras y a continuación tomaban la miel. Posteriormente aprendieron a quemar hojas de Piper celtidiforme, y aprovechaban la gran cantidad de humo que se producía para acceder al nido y tomar los panales de miel sin necesidad de eliminar la colonia. Untando las partes expuestas del cuerpo con estas mismas hojas mojadas en saliva, conseguían también repeler a las abejas mientras manipulaban sus nidos.

Hay antiguas referencias de la recolección de miel silvestre por parte de los nativos de las islas Filipinas, lo mismo de nidos de A. dorsata que de A. cerana, si bien no hay noticia alguna sobre el cultivo y la explotación de abejas. Los modernos autores se muestran de acuerdo en que no existió nunca la apicultura como industria pecuaria, y ello a pesar de algunos ensayos efectuados en Mindoro para criar en troncos de árboles diversas colonias de abejas melíferas picadoras. Se estima que hasta 1913 no se introdujeron colmenas de cuadros móviles de A. mellifera1 .

La apicultura en Filipinas en el siglo XVIII

Resulta evidente que el desarrollo científico y económico de las islas Filipinas, estuvo mediatizado por la posición de las mismas en el contexto colonial español. Como colonia satélite de la de Nueva España, quedó bastante al margen de las novedades y de los adelantos, que nunca alcanzaron en estas islas el vigor logrado en América. Lo mismo que sucede en el Nuevo Mundo, en Filipinas los primeros intentos colonizadores serios fueron llevados a cabo por los misioneros desplazados hasta allí, en especial por los padres agustinos y dominicos.

En relación con el impulso de la práctica colmenera con abejas europeas, los primeros intentos conocidos parten de la Sociedad Económica de Amigos del País de Manila, fundada en 1781, entre cuyos objetivos figuraba el fomento de la historia natural, la agricultura, la economía rústica, las fábricas y manufacturas, el comercio y la enseñanza.

En concreto uno de los temas de mayor interés entonces en Filipinas, junto al cultivo de la cera y el algodón, era la mejora del sector apícola, especialmente para producir la cera necesaria en las numerosas actividades eclesiales que se realizaban.

José García Armenteros

En relación con el fomento de la apicultura en el archipiélago, merece destacarse a José García Armenteros, secretario de la Sociedad Económica de Manila, se había formado en la intendencia de marina de la Isla de León, donde estudió física, astronomía, historia natural y lenguas modernas.

Contador de la fragata Venus en 1772, García Armenteros pasó a Manila y en 1785 figura como secretario de su Sociedad Económica, para la que elaboró memorias sobre la brea fósil, las mareas, los nidos de golondrina comestibles, el magnetismo o la cartografía, así como algunos discursos, observaciones y reflexiones.

Pero la obra que verdaderamente nos interesa es su "Discurso sobre los medios eficaces de verificar la siembra del añil, el plantío de moreras y la cría de abejas en colmenas" (1784)2 , compuesta para optar a los premios que convocó esta Sociedad para fomentar las producciones autóctonas, entre ellos el conseguir que los enjambres de abejas silvestres se pudieran cultivar en forma de colmenas, según el método europeo entonces completamente desconocido en Filipinas.

El nombre completo de la obra es "Discurso dirigido a la Muy Ilt. Sociedad de Manila en vista de el Aviso que se dio a el público con fecha 15 de noviembre de 1784, en que se pregunta Sobre los medios eficaces de verificar la siembra de el Añil, el plantío de Moreras, y la cría de Abejas en colmenas". Se trata de un manuscrito encuadernado con otros trabajos. Consta de 48 páginas encuadernadas en un volumen junto a otros trabajos de García Armenteros, que se conserva en el Archivo del Museo Naval de Madrid.

El capítulo más extenso es el que atiende a la cría de abejas en colmenas, consta de 19 páginas. Veamos por apartados el contenido apícola del manuscrito:

Biología de la abeja.- Comenta la existencia de abejas silvestres en los bosques más apartados de algunas islas del archipiélago. Como sabemos se trata de especies almacenadoras de miel como Apis cerana en su variedad indica, Apis dorsata y otras similares a Apis breviligula. Confirma también García Armenteros que la única miel que se obtenía en las islas, era cazada por los nativos usando a menudo humo para ahogar a las abejas en sus nidos o incendiando el tronco del árbol donde se localizaba el enjambre. La condición agresiva de estas especies tal vez fue causa de que "jamás se aplicaron los Indios, y lo que es más ni los Sangleyes a el molesto trabaxo de contemplar estas fieras que si se las estrecha se mueren y si se las conserva en libertad se huyen".

El autor propone fomentar entre los nativos la captura de estos enjambres silvestres de abejas, para alojarlos en colmenas y explotarlas allí con arreglo a las técnicas europeas. Ardua tarea como sospechaba, pues "siempre que se las trate con esquibez, y siempre que no se las proporcione abundante provissión de bastimentos para la protección de sus fábricas, y elaboraciones, se puede tener por cierto que abandonarán su havitación y trasladarán su colonia a otra parte" 3.

Señala que las abejas filipinas se diferencian de las europeas por ser más pequeñas, de color oscuro y de temperamento "lánguido, sórdido y abatido, cuyos defectos suple la multitud, la libertad y lo venéfico de el clima".

Se muestra García Armenteros convencido de que la calidad de la miel no depende en exclusiva de las flores "de que usan las abejas para extraer de ellas su substancia ... sino a la fuerza benefica de la región y aquel específico y numérico temperamento debe atribuirse su bondad y su maior dulzura". Por eso considera que las mejores mieles son las de Sicilia, Escandia, Chipre y África, muy superiores "y preferibles a las de nuestra España", y duda que la miel de "nuestros presuntos colmenares" pueda tener un día la dulzura o la consistencia de la miel de los países del norte.

Flora nectarífera.- Aconseja, como hacen otros tratadistas hispanos, plantar en las inmediaciones del colmenar romeros, tomillos, oréganos, espliegos y otras plantas silvestres europeas agradables a las abejas, sin pensar que muchas son completamente desconocidas para la flora filipina.

Técnicas de explotación.- Reconoce de entrada las dificultades que puede entrañar, pues la crianza de abejas en colmenas es "un asunto enteramente ignorado en estas regiones, y no sabemos ni podemos saber con que semblante admitirá la noble República de las Abejas esta mutación". Es decir, confirma que por entonces la práctica apícola era completamente desconocida en las islas Filipinas, donde, como vemos, los avances científicos y técnicos solían llegar en el llamado "Galeón de Veracruz" con notable retraso con relación los territorios americanos.

Sobre la ubicación del colmenar no aporta nada nuevo, y recuerda de otros autores que van bien los lugares donde abundan flores y agua corriente, resguardados de vientos y fríos, y orientados al mediodía De su cosecha añade con buena lógica que "aquí me parece debía guardarse el orden opuesto ansí por el rigor de los calores, que recalentaría excessivamente los vassos, como porque sería más combatido el colmenar de los vientos más impetuosos", por lo que necesariamente las piqueras se orientarán al Norte". Vuelve de nuevo a su fuente bibliográfica para recomendar sitios sin humedades ni calores excesivos, en ligera pendiente y bien ventilados4 .

El tipo de colmenar que propone es el de nichos, hornos u armarios, es decir una edificación convencional con paredes laterales y tejado donde se instalan las hileras de vasos dispuestos en series horizontales superpuestas, que por delante abren sus piqueras Estos vasos pueden ser de obra (piedra, barro cocido, cal o yeso), de troncos de árboles o de tablas bien unidas, de cinco palmos de largo por dos de ancho, aunque el tamaño siempre dependerá del tamaño del enjambre de abejas.

Estos vasos de tronco o de tablas pueden disponerse como "peones estantes" directamente sobre el suelo o losas, y quedan por último lo que llama "peones móviles" por la facilidad de su traslado, que en España se hacen de caña partida, mimbres y otras maderas flexibles como el bejuco. Suelen tener tres palmos de largo por uno y medio de ancho, con un ligero estrechamiento en el centro, se embarran bien con barro y boñiga de buey, se atraviesan con algunos palos para facilitar la fijación de la obra, y se colocan verticales abriendo la piquera en la parte superior, y por encima de todo se tapa con alguna teja 5.

Bien rociadas de miel, se trata entonces de pasar a estos peones o colmenas móviles los enjambres de abejas que se formen en primavera, o bien cuando son ahumados por los indios para coger la miel en que las abejas quedan amontonadas en alguna rama vecina. Con ayuda de una cogedera, un paño blanco y sacudiendo con un plumero, poco a poco se consigue que el "Rey" pase con el resto de la colonia al peón que se llevan entonces al sitio definitivo.

Recomienda la trashumancia o traslado de las colmenas cuando las flores se agoten, hasta algún otro lugar donde entonces empiecen a salir.

Sobre los demás trabajos del colmenar no se extiende demasiado consciente de que "son poco ambiciosos nuestros isleños de felicidades futuras para empeñarlos en esta ocupación quando sin cuidados, sin gastos, y sin sugetarse a regla alguna disfrutan con demasiada abundancia del fruto de las abejas". El problema por tanto está en que se animen los primeros indios a ensayar esta idea, si coronan con éxito las primeras iniciativas, ellos mismos tomarán interés en difundir la idea.

El fomento de la colmenería en Filipinas

Ya vimos al hablar de los autores apícolas del siglo XVIII a dos escritores, García Armenteros y Manuel Rebolledo, que proponían la posibilidad de capturar los enjambres de abejas silvestres filipinas para explotarlas en colmenas según las técnicas europeas, pues es sabido que por entonces se desconocía completamente esta técnica en el archipiélago.

En efecto, dentro de la preocupación ilustrada de fomentar la explotación de aquellos productos en los que el país era más deficitario, la falta de cera motivó en consecuencia que la Sociedad Económica de Manila tratase de estimular mediante premios la realización de proyectos que lo favoreciesen. Repasando las actas de la Sociedad del 11 de junio de 1782 que obran en el Archivo de Indias, leemos lo siguiente6 :

"El socio D. Francisco Campo, considerando que para extender la cosecha de cera, asegurarla más bien, y hacer este objeto de alguna mayor entidad, convendría introducir la cría de enjambres de colmenas, tuvo la generosidad de ofrecer 100 pesos que se deberían distribuir en los premios que determine la Sociedad, para los que se dedicasen a criar abejas, según el método de Europa. El pensamiento de domesticar la industria de este insecto para aumentar los productos de la cera pareció muy acertado, pues habiendo tantas flores en la infinita variedad de árboles que pueblan todos los montes de las islas para dar abasto a un tiempo a muchos enjambres de silvestres y domésticas, será mayor sin comparación la cosecha de la cera, que en la disposición actual se pierde en mucha parte por ocuparse las abejas en su obra al desabrigo, y expuestas a las aguas que caen en algunos años en los meses de trabajo en los pueblos distantes de los montes puede ser que no haya tanta proporción para la cría, porque los campos no son aquí abundantes de flores, pero en los que están cercanos, y aún en los que tienen manglar en sus inmediaciones están seguros de una utilidad considerable a costa de poca fatiga. La Sociedad piensa dedicarse a promover cuanto antes este útil ramo de economía rústica hasta ahora no conocido en las islas.

El M.R.P. Fray Juan de la Concepción del orden de Agustinos presentó un papel en que haciendo varias reflexiones sobre la importancia y facilidad de la cría de abejas en colmenares, propuso para su mejor beneficio el uso de la colmena dividida en cajas, como está establecido en varias partes de Europa observando las utilidades y ventajas de esta nueva construcción.

Para que la aplicación de los naturales a este nuevo ramo de economía rústica no quedase sin recompensa, si se adjudicase a uno sólo el premio de 100 pesos ofrecido por nuestro socio, se acordó dividirlo en cindo, de a 30 pesos, 25, 20, 15 y a0, para los que acreditasen tener mayor número de colmenas, presentando una justificación hecha ante el capitán del pueblo, acompañada de certificación del párroco".

El modelo citado de "colmena dividida en cajas" de uso común en Europa, sin duda se refiere a las colmenas ideadas por Palteau, que por entonces se empezaban a difundir en España.

La carta de la Sociedad Económica de Filipinas a José de Gálvez del mismo 11 de junio de 1782, da cuenta de los premios destinados a los productores para fomentar la producción de cera y de miel7 . En este mismo legajo hay varias citas sobre la conveniencia de estimular diversas producciones entre las que figura la cera. Se trata de:

- Testimonio del expediente formado sobre la erección de la Sociedad Económica (1781), cuyo punto 18 de la 3ª Comisión de Fábricas y Manufacturas busca establecer en Manila y pueblos circunvecinos fábricas y manufacturas de seda ... cera ...

- Carta del gobernador de Filipinas José Basco y Vargas a D. José de Gálvez (Manila, 11 de junio de 1782), con un informe solicitando se envíe desde España un regimiento "formado de oficiales y tropa voluntaria enganchada por ocho o diez años, si parte fuesen catalanes o valencianos de inteligencia en la agricultura y manufacturas, serán muy útiles a los establecimientos de la industria"

De todas formas, aunque se desconocía completamente por los nativos la técnica de la colmenería, no por ello dejaban de aprovechar la miel y la cera de las colonias de abejas autóctocas que vivían silvestres en los bosques filipinos. De hecho no eran raros los tributos en forma de cera de estaa abejas, como se aprecia en varios documentos filipinos del Archivo de Indias ya desde 1565 y 1574:

- Carta de Guido de Lavezaris sobre descubrimientos (30 de abril de 1565): Informa que fue de España a Nueva España donde se ocupó del descubrimiento de las costas de Florida, marchó luego a Filipinas pasando sucesivamente por las islas de Bohol, Mindanao y Botuán donde tomó muestras de canela, oro y cera8

- Carta de los oficiales reales sobre los sucesos acaecidos desde su llegada a Filipinas (28 de mayo de 1565): "Lo que hasta hoy se ha visto en estas partes de tierra es que puede V.M. de haber grandes reinos y señoríos, proveyendo V.M. de gente, armas y munición en cantidad para que beneficien y cultiven la tierra las tales personas y gentes, y sujeten a los naturales de todas estas partes, por cuanto ellos no reconocen a ninguna persona sino que cada uno vive con lo que adquiere y alcanza los frutos que se han visto hasta hoy y son: oro, canela y cera; y esto se dará en gran abundancia; y esto se dará en gran abundancia mandando proveer del socorro dicho y de religiosos y clérigos que les convengan para la conversión y predicación del Santo Evangelio en estos naturales"9

- Carta del contador Andrés Cauchela y del tesorero Salvador de Aldave, oficiales de la Real Hacienda de Filipinas sobre varios asuntos (31 de julio de 1574): Indican que el 19 partió el navío San Juan para Nueva España, y que el Espíritu Santo se despachará con brevedad llevando para S.M. 46 quintales de cera y 80 de canela, de la que se podrá enviar mucha cada año si disponen de navíos para ello10

- Licencia para pasar mercancías de Filipinas a Nueva España (23 de abril de 1594): Al gobernador de Filipinas Gómez Pérez das Mariñas, sobre la petición de los vecinos de la ciudad del Santísimo Nombre de Jesús, de que se les conceda licencia para enviar un navío de 250 toneladas a Nueva España con las naos que hacen ese viaje, llevando cera, mantas y hoja de plátanos que es en lo que cobran su tributo los encomenderos11

- Carta del obispo de Nueva Segovia Millán de Poblete sobre vino, cera y aceite (30 de mayo de 1674): Se queja el prelado de que el curato de la catedral de la Nueva Segovia carece de vino, aceite y cera, pues sólo dispone de estos productos los domingos y fiestas por algunas limosnas que recibe12

- Petición de informe sobre el tributo de Mindoro pagado en cera (1 de agosto de 1734): "Real Orden al gobernador de Filipinas para que informe de cómo tiene entendido en el Consejo de Indias que los corregidores de la provincia de Mindoro hacen contribuir a los naturales de ella con el tributo en cera a razón de un cate por real, repartiendo todos los años una bandala de cera de 10 ó 12 quintales pagándoles a 12 pesos cada uno, con motivo de la orden que para ello les dan los oficiales de mi Real Hacienda de esas cajas, y que aunque esta cobranza en cera y compra de la bandala no sea exceso en los corregidores, se haya justificado no cumplen la remisión de ella a mis reales almacenes de esa ciudad, antes sí, se valen para venderla dentro y fuera de su jurisdicción a subidos precios, remitiendo otros géneros en su lugar, de que resulta a los naturales menoscabo del mayor interés en su venta, quedándose este beneficio a los corregidores, y que sería más útil a mi real hacienda se comprase la cera en esa ciudad, en inteligencia ha parecido ordenaros me informéis con justificante de todo"13

Vemos pues por estos documentos que los indígenas obtenían en diversas islas de Filipinas importantes cantidades de cera que sacaban de los nidos silvestres de abejas autóctonas, cera con la que pagaban una parte importante de los tributos a los españoles. Hasta el punto de exportar toneladas de la misma a Nueva España.

Como hemos visto al tratar de José García Armenteros, la actividad intelectual desarrollada en la Sociedad Económica de Filipinas fue bastante escasa, fundamentalmente debido al desinterés de sus propios miembros. No obstante, el citado escritor deja muy claro que en 1785 cuando compone su Discurso, que la miel y la cera que se obtiene en las islas procede de la que los nativos toman de los nidos de abejas silvestres, pues cualquier otra práctica apícola era entonces desconocida. De hecho para iniciar esta actividad sugiere, con muchas reservas, que se haga introduciendo en colmenas y explotando estos mismos enjambres salvajes. Difícil tarea la de domesticar en unas semanas, lo que la naturaleza sólo consigue a base de siglos y siglos.

Bibliografía

CRANE, E. (1999): The world history of beekeeping and honey hunting. Duckworth, 682 pp.

GARCÍA ARMENTEROS, J. (1784): Discurso sobre los medios eficaces de verificar la siembra del añil, el plantío de moreras y la cría de abejas en colmenas. Manuscrito. Archivo del Museo Naval de Madrid

JAIME LORÉN, J.M. DE (2004): La miel en la Farmacia y en la Alimentación a lo largo de la historia. Universidad Cardenal Herrera-CEU, Moncada (Moncada), 150 p.

JAIME LORÉN, J.M. DE; JAIME GÓMEZ, J. DE (2002): Historia de la apicultura española, 2. Desde 1492 hasta 1808. Calamocha, 455 p.

PINAR, S. (1999): Sociedades económicas e ingenieros de montes en Filipinas. Sobre el aprovechamiento forestal durante el periodo de administración española, 1775-1898. Revista de Indias, 216, 417-437

Ilustraciones (textos)

1.- Cubierta del manuscrito de José García Armenteros con su propuesta para el fomento de la apicultura en Filipinas (1784, Archivo del Museo Naval de Madrid)

2.- Propuesta que hacen a la Sociedad Económica de Manila los socios Francisco Antonio del Campo y Joseph Muguerza para fomentar la explotación de colmenas en Filipinas (1783, Archivo de Indias, Sevilla)

 

[1] CRANE, E.: Op. cit., 276

[2] PINAR, S. (1999): Sociedades económicas e ingenieros de montes en Filipinas. Sobre el aprovechamiento forestal durante el periodo de administración española, 1775-1898. Revista de Indias, 216, 417-437

[3] GARCÍA ARMENTEROS, J. (1795): Op. cit., 235v-236r

[4] GARCÍA ARMENTEROS, J. (1795): Op. cit., 236v-237r

[5] GARCÍA ARMENTEROS, J. (1795): Op. cit., 238v-240v

[6] AGI, Filipinas 593. Actas de la Sociedad Económica de Filipinas

[7] AGI, Filipinas 593

[8] AGI, Filipinas 34. N.2

[9] AGI, Filipinas 29. N.3

[10] AGI, Filipinas 29. N.18

[11] AGI, Filipinas 339. L.2, 50r

[12] AGI, Filipinas 76. N.100

[13] AGI, Filipinas 333, L.13, 181r-182r


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